Petro insistirá en la ONU con el acuerdo nacional para implementar la paz

Gustavo Petro regresa a Nueva York. A través de la ventanilla del coche oficial que le recoge en el JFK, escoltado por los servicios de inteligencia estadounidenses, se sucede el Roy Wilkinson Park, South Jamaica, la Liberty Avenue que discurre entre Brooklyn y Queens. En el horizonte, el State Building. El presidente de Colombia regresa a una de sus ciudades favoritas, una en la que siente que se ha proyectado al mundo. Hace dos años, en la Asamblea General de La ONU, un septiembre caluroso que le hacía sudar la camisa blanca metida por dentro de los pantalones, pronunció un discurso nada condescendiente con Washington. Se quiso alejar de la tradición de otros presidentes colombianos, que guardaban un enorme respeto a Estados Unidos, su principal socio política y económicamente. Petro, en cambio, lo acusó de haber cometido un genocidio en Latinoamérica con la guerra contra las drogas que impulsó Nixon en los setenta. Se puso lírico para hablar del vacío existencial de la sociedad estadounidense: “Nosotros les servimos para excusar los vacíos y las soledades de su propia sociedad que la llevan a vivir en medio de las burbujas de las drogas. Les ocultamos sus problemas que se niegan a reformar”.

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